Cierto, en un caramanchón de la casa de mi suegro, en Agramón, comío de robín, con las pieles rotas y los bordones de tripa rosigados de los ratones, apareció un tambor , de cuarenta con poquico y con media docena de clavos pasaos por la terraja que en su día pretendieron ser tornillos.
Costo tiempo, pesambres y mano fina...pero resucito, y ahora me acompaña alguna Semana Santa de las que no llueve.